Hubo un tiempo -hace más tres décadas- en que las fotografías eran un evento. Un tiempo en que se fotografiaba sólo lo importante: una reunión familiar, un evento social, la partida a un viaje, un matrimonio, amén de los retratos de familia. Entonces quienes se enfrentaban al lente lo hacían con solemnidad, incluso cuando tenían que actuar con naturalidad había una actitud. Todos querían salir perfectos o, al menos, se esforzaban para lograrlo: mujeres, hombres y niños se preocupaban de su aspecto (por lo menos se peinaban antes del clic). En esas imágenes había una inocente búsqueda de distinción y la necesidad de congelar un momento especial, que luego quedaría guardado en álbum de fotos: bitácora visual que se mostraría con orgullo a familiares o amigos cercanos. Un testimonio de la vida en familia, del cambio, de los momentos felices.
Los álbumes de fotografías, la nostalgia de un tiempo perdido, pero registrado en blanco y negro por una cámara, y la dignificación de un refinamiento con rótulo de provincia que hoy sólo parece una tentativa, fueron el punto de partida de “Glamour Chileno”, la nueva muestra de Anelys Wolf. La artista plástica -nacida en una familia de Ancud, formada en la Universidad de Chile, retornada a Chiloé- partió trabajando con las imágenes de los álbumes que sus padres tienen en su casa en Ancud. Con sus trazos reinterpretó esas fotografías -recapturó lo ya capturado- y logró unir en sus pinturas la memoria y la experimentación estética.
En el proceso fueron apareciendo más fotografías de otras situaciones, de colecciones de recuerdos familiares o sociales de otros, de épocas antes de que el disparo del fotógrafo se convirtiera en un acto instantáneo y las imágenes fueran algo desechable, y quizás lo más importante: de otros lugares de Chile.
Revisemos: Un grupo de señoras -de vestidos blancos, collares de perlas y abullonados peinados de peluquería- que celebran con champaña en 1963, durante un matrimonio, en la comuna de El Palqui, al interior de Ovalle, en provincia. Cuatro hermanas, con vestidos de modista y taco alto, tratando de mantener la pose en el muelle de Ancud, en Chiloé, a fines de los ‘50. Una reunión social de los ‘70 en un Rotary Club (que junto con las diferentes versiones provinciales de El Club de Unión, era el máximo centro de roce social y estatus de cada ciudad). Una fila de candidatas a reina de alguna festividad local que camina sobre un escenario (proscenio, como se decía en esa época) esperando ser coronadas. El bautizo de una lancha chilota con cura incluido. Dos lolos bailando en malón. Un grupo de madres y esposas tomando té en una actividad benéfica.
En todas estas pinturas hay cotidianeidad y nostalgia. Además reflejan las pretensiones de glamour en eventos y lugares donde difícilmente este concepto podría ser un patrimonio. Para muchos –que asocian la palabra con la elegancia, opulencia, brillo y riqueza- estos intentos de glamour nacionales, de hace tres décadas y de provincia, no pasan del deseo. De la aspiración. Incluso, de la ironía. De la fantasía de pueblo chico que sueña en grande, embellece lo exiguo y enaltece lo mínimo. Y Chile para muchos es un pueblo chico.
En su ensayo “elogio del glamour”, el psicoanalista italiano Marco Focchi rescata la noción más primitiva del concepto: “ese encanto que hace parecer a las cosas como más bellas de lo que son”. Es el ejercicio que realiza Anelys Wolf con sus cuadros de situaciones y momentos ya perdidos que hoy parecen poca cosa, pero que para sus protagonistas fueron mucho.
Retratos de una época simple y con toques pueblerinos, que es reinterpretada con una nostalgia que la hace más bella y, a ratos, magnífica dentro de su inocencia y precariedad.
Nota: La palabra glamour proviene de la voz escocesa “glamour” o “glamor”, alteración del inglés “grammar”, que procede del vocablo griego para gramática. Inicialmente tenía el significado de un “hechizo” que afectaba la percepción visual de una persona, mostrando los objetos percibidos de una manera diferente de la supuestamente real: más atractivos y glorificados. Walter Scott la usó con este sentido en sus poemas. En el siglo XIX se redujo a un término que simplemente describía la belleza y la elegancia de un objeto, de una manera ilusoria o romántica. Hoy alude a las características sensuales y atractivas, en la moda, el arte y aspectos de la cultura popular, especialmente lo frívolo y superficial.
Juan Luis Salinas Toledo